Al igual que cada persona es un mundo, cada familia es otro mundo. Un mundo riquísimo y variado donde conviven distintas realidades y distintas perspectivas que no siempre encajan las unas con las otras. Sobre todo en los casos en los que de un miembro de la familia a otro distan muchos años de distancia pudiendo dar lugar a ciertas discrepancias ante situaciones que no se comprenden desde un lado y desde otro. Para poder abordar estos pequeños conflictos, se debe tener la perspectiva de cada miembro implicado. Para ello, hagamos un poco de terapia familiar y respondamos a la siguiente pregunta… ¿A qué se deben las discrepancias intergeneracionales?

Un entorno cambiante dentro de la familia

 
El paso de los años, y más aún de las décadas, trae consigo cambios importantes. Cambios importantes que se hacen visible en la forma de vivir, trabajar y convivir con el entorno de las distintas generaciones.
 
Por ejemplo, de la era analógica a la era digital distan varias décadas de transición que han permitido que una persona de sesenta años se desoriente ante un ordenador; una de cincuenta haya convivido por igual con la máquina de escribir y con el teclado de un IBM; una de cuarenta teclee con un Mac a toda velocidad pero no sepa manejar un iPad; una de treinta maneje internet a nivel profesional pero le cueste cada vez más cambiar de dispositivo; una de veinte acostumbre a tener un nuevo widget tecnológico cada año pero se olvide de cómo funciona el anterior y cómo, a medida que descendemos los años, son mayores las posibilidades de adaptación al entorno pero menores las de salir de éste.
 

Reflejado en la educación

 
Todo esto conlleva a que si no se educa a cada persona en valorar y respetar las características de cada persona, se cree un aura de superioridad y dominio de la situación frente a la otra: “Déjame a mí que tú no sabes”, “en mis tiempos esto se solucionaba en dos minutos”, son frases que resuenan en conversaciones en las que surge un conflicto entre personas de distintas edades.
 
Ante estos conflictos, que pueden ser mayores o menores, el diálogo es lo primero que nos debe empujar a entender a la otra persona y no cerrarnos con frases tajantes que zanjen la situación sin pasar por una correcta comunicación.
 
 

Y en la esperanza de una vida feliz familiar

 
Todo lo expuesto, mal canalizado, nos lleva al mayor conflicto que nos podemos encontrar en las discrepancias intergeneracionales. Y es que los avances médicos, los cambios en los hábitos de vida, la creciente preocupación por la salud y otros factores han tenido como consecuencia que haya aumentado la esperanza de vida y cada vez haya mayor convivencia entre distintas generaciones donde, llegados a cierta edad, se asocia la idea de decaimiento físico en sus mayores con la dependencia y la imposibilidad de vivir solos.
 
Esto puede producir en los adultos una idea equivocada de adquisición del control de los hábitos de los más mayores y otras problemáticas como limitar sus decisiones, discutir quiénes y cómo deben abordarse los cuidados etc.
 
Si estos puntos no se toman de forma natural, la solución pasa por contar con especialistas en discrepancias generacionales que nos ayuden a que cada paso sea el resultado del respeto y el cariño que todo familiar merece, sea de la edad que sea.