Estudios ingleses han llegado a la conclusión de que el cerebro se comporta de manera similar cuando se está enamorado y cuando se está borracho. Y aunque para muchos esto es algo más que obvio, lo cierto es que existe un fundamento científico que explica aquello.
 
La culpable de esta curiosa similitud es la oxitocina. Conocida también como la hormona del amor, la oxitocina es una hormona secretada en el hipotálamo y que se relaciona fuertemente con los patrones sexuales y conductas sociales como la generosidad, el altruismo o la confianza.
 
Asimismo, esta hormona es la que se dispara a niveles altísimos cuando las mujeres dan a luz a un bebé incrementando el vínculo a nivel psicológico entre la madre y el recién nacido, permitiendo mejores condiciones para el apego y la futura relación entre estos. Pero tal vez lo más interesante de la oxitocina es que también estimula una serie de circuitos neuronales en la zona prefrontal del cerebro y en el área límbica actuando como una especie de moderador de la conducta e inhibiendo sensaciones como el miedo, el estrés o la ansiedad.
 
 
En otras palabras, tanto el alcohol como la oxitocina tendrían efector similares en el cerebro, estimulando receptores neuronales que se encuentran asociados entre sí y que nos incitarían a tomar riesgos tal vez innecesarios en ciertas situaciones: enamorarse y estar borrachos nos llevarían a actuar de maneras extrañas, haciéndonos valientes en momentos donde quizás no sea conveniente hacerlo.
 
Sin embargo, la asociación entre ambas sustancias, la oxitocina y el alcohol, llega incluso más allá ejerciendo cierta conexión psicológica y conductual que podría explicar el hecho de beber una copa de vino en una cita o por qué, al estar borrachos, podemos encontrar súbitamente más atractiva a la otra persona.