A pesar de que la neurología se ha transformado en una disciplina cuyas consultas aumentan año tras año, lo cierto es que sigue siendo un área de la medicina que no posee una estrecha relación con la salud de la población. Y esto último es lógico si se piensa que un chequeo médico habitualmente no contempla las especialidades, por lo que tener un panorama claro acerca del funcionamiento de nuestro sistema nervioso y, en especial, de nuestro cerebro, no es algo muy común.
 
Solamente en condiciones muy manifiestas, las personas deciden acudir al neurólogo o, cuando el médico general observe alguna situación anómala que pudiera interpretarse como síntoma neurológico es donde recién se solicitan exámenes específicos del sistema nervioso. Sin embargo, situaciones que se dan casi de manera cotidiana pueden tener un trasfondo mayor que requiera de la atención de un neurólogo y que, por lo general, las personas no lo estiman así.
 
Una simple migraña, mareos, vértigos y dificultades para mover ciertas extremidades pueden ser condiciones que deriven de un problema de carácter neurológico y que, por desconocimiento del paciente o poca agudeza del médico general, pasan inadvertidos hasta que los síntomas empeoran.
 
 

A más edad, más cuidados

 
Lamentablemente, nuestro sistema nervioso también sufre el rigor del paso de los años. Y aunque esto sea invisible al espejo, tanto nuestros nervios como nuestro cerebro comienzan a desgastarse conforme pasa el tiempo haciendo que los pensamientos se vuelvan más lentos, los movimientos más pausados y que necesitemos al menos de unas milésimas más de segundos para recordar eventos del pasado.
 
Lo anterior, si bien es una condición humana de la cual nadie se escapa, tiene sus bemoles en tanto una buena alimentación, un constante “entrenamiento” cerebral (leer, escuchar música, desarrollar nuevas relaciones sociales, etc) y el ejercicio físico permiten la oxigenación de nuestro órgano mayor. Pero, fuera de esto, a medida que pasan los años se debe prestar mayor atención a ciertos síntomas que podrían revestir cierto peligro.
 
Si a los 20 años un dolor de cabeza podía ser cubierto con una simple aspirina, después de los 50 debe ser visto de una manera distinta; asimismo, los mareos o, más aún, la dificultad para mover las extremidades, requieren de una mayor atención haciéndose casi necesaria la evaluación de un neurólogo en caso de presentar estos síntomas.
 
Si prevenir es mejor que curar, en neurología esto tiene un carácter aún más agudo pues, más allá de la importancia del lado físico de nuestro cuerpo, el cerebro es el motor de nuestras acciones y cualquier desgaste o falla que pueda haber en él será motivo de un cambio total en nuestra vida. Cuidar la alimentación, procurar el desarrollo de ciertos hábitos y evitar el sedentarismo pueden ser elementos claves que, a la par de beneficiar nuestra salud integral, tendrán un hándicap en nuestro sistema nervioso.